martes, 30 de noviembre de 2010

"La fuente de Carmen Amaya" de José Fierro

A César González Ruano, restituyéndole lo
que tomé prestado de uno de sus magistrales artículos

No el mar, sino esta fuente junto al mar.
Y la ciudad, detrás. (Qué importa la ciudad.
La ciudad era tiempo: primero, Roma y sus murallas,
y sucesivamente, peces de barras rojas en el lomo,
rejerías y olivas, el poderío de las naves
de la Corona de Aragón.
Más tarde, un diálogo de humos.)

La ciudad era un diálogo de aguas
―la fuente, el mar―; la vida, un diálogo de aguas,
una chiquillería desnudita y morena.
Y un griterío, un amontonamiento
en aquel aire cálido.
Y olor a hogueras, que no tienen tiempo.
Siempre a espaldas del tiempo.
Y nada más que ojos oscuros
para mirar, mirar, mirar...
Esto ocurría en lo que llaman,
los que no son de nuestra raza, pasado.

De noche me acercaba a las olas.
Las olas no ocultaban ruiseñores
como el agua del cántaro que yo apoyaba en la cadera.
De noche, entre las olas, de cara al tiempo congelado,
sonaba el mar a hojas de otoño, pisoteadas por los pájaros.
Ceñía mis tobillos de diamantes.
Allí era el reino del vaivén, del ritmo,
de lo eterno acunado. El mar tampoco,
como si fuera de mi raza, se encadenaba al tiempo.

Sonaba en mis oídos el ruiseñor del agua de la fuente,
oía los rumores del mundo.
Mi sangre era el mar mismo.
Me contagiaba de su movimiento.
Me enseñaban las olas a no morir jamás.
Lo sin tiempo es la muerte. Y aquello, el ritmo,
el tiempo vivo, pero detenido; algo que no conoce
ni principio ni fin, que no parte ni llega.
Era el mar y la fuente junto al mar.
Y entre los dos estaba yo.

Igual que ahora. Nuevamente unidos.
Cuántos racimos de años habrá exprimido el mar.
Por cuántos sitios ―horas y lugares, qué sé yo―,
lo que dicen países, he llevado el centelleo de la espuma,
el oleaje de la llama...
Es posible que yo parezca diferente.

También quizás la fuente parezca diferente a los demás.
Yo no lo sé. Juntos estamos el mar, la fuente, yo.
Vinieron las autoridades,
artistas, periodistas, gentes que leen mi nombre en los
periódicos.
Me dijeron que era mía la fuente
(cómo podían darme lo que era mío, mi vida, el mar, las
nubes).
No pudieron matar mi vida, restituirme al tiempo,
cuando hablaban y hablaban del ayer, la gitana
de Somorrostro, y otra vez aquello del arte y de la gloria,
y más palabras sin sentido
que siguen pronunciando mientras me acerco hasta mi
fuente,
y adorno mis muñecas con sus helados brazaletes,
y humedezco mis sienes, mezclo sus aguas con mis
lágrimas.
Porque ahora pienso que he olvidado el cántaro,
y la tarde se queda sin ruiseñor que la ilumine,
y tengo miedo de volver sin agua,
y no sé dónde está el cántaro
y mi madre me va a reñir
porque a ver cómo vamos a guisar,
a lavar la ropita de los niños...
Y yo no sé qué le diré para que pueda comprenderlo.

(De Libro de las alucinaciones, 1964)

martes, 23 de noviembre de 2010

símbolos

Y aunque perdamos solo un poco
de algo jamás negó su naturaleza súbita
al final de cuentas fuimos del todo ciertos

Pues antes de este rojo
en el corazón que a saltos impulsa la sangre
existia un camino sin conocer
sin movimiento, sin trayectoria
y es por eso que decidimos recorrerlo

Para entonces ser aquellos que fuimos ahora y por siempre
símbolos

lunes, 22 de noviembre de 2010

Tan diferentes como cercanas

A casi tres años de iniciada una aventura súbita en el histórico territorio queretano para dejar atrás las posibilidades y desventajas de una vida en el Distrito Federal, puedo decir que la gran diferencia entre las mujeres queretanas y las defeñas es que las primeras no han aprendido a mentir.


Y es que pese a mi casi nula experiencia en el ramo, hay situaciones que asi lo señalan y en las que no se requiere de un ojo experto para detectarlas.

También es de superlativa importancia destacar que, aunque no han aprendido, ni así mismo desarrollado las más aventajadas, el mentir como ciencia, no han desarrollado tampoco la abierta franqueza para señalar puntos débiles ya sea en los desventurados que no gocen de su simpatía o en sus congéneres. Y con "puntos débiles" no me refiero como podria pensarse si estuvieramos en una época ateniense, a una desventaja o incapacidad para resolver situciones que requieran de destreza física o mental, sino de resolver de manera más o menos exótica o desfortunada los colores de algún vestido o prenda.

Además de esta franqueza, las oriundas de la capital del país cuentan también con otra capacidad tan afilada como los colmillos de una mamba negra que es, en sentido estricto, opuesta a la virtud mencionada anteriormente: la maestría en el recurso del sarcasmo, del que, en caso de considerarlo prudente, hablaré más adelante.

Y no hay en éste texto ningún tipo de resentimiento ni reproche en contra de las capitalinas, estas son cualidades que definitivamente exhiben una libertad en algunos casos lustrada con prudencia, en otros resultado natural del mecanismo de defensa en contra de un entorno hostil.

En ambos casos mi experiencia con mujeres queretanas o defeñas ha resultado definitivamente enriquecedora. Siempre hay sutileza, siempre hay una latente aspiración para adentrarme en nuevos universos cálidos y misteriosos.

Propongo 2 ejemplos que ayuden a entender este veredicto. No son los únicos, pero sin duda han sido los más memorables, además de ser los que no se han separados de mi memoria y que me han impulsado a escribir estas lineas. Pertinente es aclarar ahora que no es éste el resultado de un concienzudo estudio estadístico encomendado por el INEGI, sino de experiencias que han llamado mi atención.

Hace un par de noches, mientras hacía una sesión de fotos en un concierto de rock, un compañero (lo supuse al ver que tenia colgada una cámara fotográfica y sostenia con la mano derecha una de video) se acercó a mí para pedirme algunas tomas de unas modelos que venían acompañándolo desde la capital del país y que momentos más adelante subirian al escenario a contonearse y bailar para en íntima complicidad con los músicos "encender" a los asistentes. Sin dudarlo, rotundamente accedí.

Al término de este maravilloso evento, nos reunimos, el empresario y yo, trás el escenario para ponernos de acuerdo sobre la manera de entregarle el material fotográfico y además, para hacer una última toma con las modelos y el empresario reunidos.

Una vez terminada mi colaboración, según yo, con este alegre grupo, el empresario me propone fotografiarme con ellas.

Accedo aunque no con mucho entusiasmo, nunca me ha gustado retratarme ni con figuras públicas, ni políticos, ni super estrellas y bueno, siguiendo esa linea, las bailarinas exóticas no me parecen de naturaleza muy distinta. Así que para hacerme la situación mas cómoda tengo la idea de montarme en un personaje de "chulo" o "pimp" (arqueo las cejas con un desorbitada arrogancia, levanto la barbilla y sostengo el cuello de mi sueter con ambas manos) ante esta espontaneidad una de ellas, de una abundante cabellera rubia según recuerdo, voltea a verme y ante mi postura me replica: "ya hombre, quita esa cara de intelectual".

Ahora va el segundo ejemplo:

Al dirigirme hacia el evento desafortunadamente llamado "Festival del taco", me desvia una llamada telefónica que me indica que me dirija hacia una colonia en la periferia de la ciudad y en el extremo opuesto al evento agendado por los editores de espectáculos y sociales, para hacer el testimonio gráfico de una detención de un narcomenudista.

No se si por la resistencia del presunto delincuente a ser detenido para aferrar a la memoria los detalles mínimos del hasta entonces hogar o debido a un operativo poco apresurado por parte de los heroes de una sociedad libre de sustancias sicotrópicas, pero se alargó este súbito evento por más de 40 minutos, por lo que recomendé a la reportera llamara a su jefa inmediata para explicarle que no habia manera de llegar a tiempo a su espectacular festival.

Después de discutir la manera en que estructuraría convincentemente en su argumento el incumplimiento al cubrir su evento, propuse, y lo digo de manera franca, pués con su respuesta daría forma a las sospechas que dan vida a este texto, mintiera y le explicara a la editora que aunque ya se encontraba en el evento no habia forma de cumplir su tarea eficientemente pués no había los elementos necesarios. Al escuchar mi propuesta la reportera declinó respondiendo: "no, mejor le digo las cosas como realmente son". Desición que comprometia en cierto grado su seguridad, pues bien pudo insistir la jefa en que abandonara este lugar y se encaminara hacía su evento, Logrando con esto que la reportera, una niña de 24 años y de apariencia tan feroz como una esfera, caminara por varias cuadras en una colonia que no hace falta decir es peligrosa, hasta la avenida más cercana, tomara un taxi y atravezara completamente la ciudad.

lunes, 8 de noviembre de 2010

"A los veinte años tu sexo olia profundamente" por Eduardo Milán

A los veinte años tu sexo olía profundamente,

antiguo, tibio, una raíz sin frío, precaria

aun viniendo de un pasado tan hondo, mítico

de atreverse a atravesar la selva sin ser visto.

Voz de ánima en pena que busca un continente,

África donde agarrarse, desgarrada. Pero volviendo,

el sexo de la mujer tiene una autonomía rara

como si le perteneciera y como si le fuera ajeno,

ajenjo, independiente, estado ebrio. Vive en la fiebre

su larga memoria que lo habilita al delirio. Sus labios

son verdaderos labios. Una raíz que no es una raíz

pero parece por su resonancia. A partir de un punto

el poema son innumerables ecos, aguas liberadas, felices

de expansivas después de ser tocadas.