¿Quién va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¡quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?
¿Qué soy yo?
¿Qué eres tú?
Cuanto yo señale como mío,
Debes tú señalarlo como tuyo,
Porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es mas que cieno y
podredumbre,
no me puedo para a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como de da la gana.
¿Por qué he de rezar?
¿Por qué he de inclinarme y suplicar?
Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.
Soy fuerte y sano.
Por mi fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mi.
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.
Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un
carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la
noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy mas orgulloso que los cimientos desde los
cuales se levanta mi casa.)
Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el mas grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
por que conozco la amplitud del tiempo.
domingo, 29 de enero de 2012
sábado, 14 de enero de 2012
Amarga arena
Miedo de tí
de tu silencio de rio
donde cruzan las caricias
que se apagan y pierden
Miedo de la amarga arena
que se abre sobre la piel
que se agita y se levanta
anocheciendo al tiempo
Habitó mi voz un sueño alto,
cauce donde viajé de la tierra al cielo
del cielo al infinito
y de allá hasta tu espacio húmedo
era entonces tu brillo
lugar donde se podia respirar suavemente
De súbito
un sonido ciego estremece las horas de la noche
y trás la ventana
hay brillo sin estrella
de tu silencio de rio
donde cruzan las caricias
que se apagan y pierden
Miedo de la amarga arena
que se abre sobre la piel
que se agita y se levanta
anocheciendo al tiempo
Habitó mi voz un sueño alto,
cauce donde viajé de la tierra al cielo
del cielo al infinito
y de allá hasta tu espacio húmedo
era entonces tu brillo
lugar donde se podia respirar suavemente
De súbito
un sonido ciego estremece las horas de la noche
y trás la ventana
hay brillo sin estrella
miércoles, 4 de enero de 2012
"Poemas de la cárcel" Por: Bob Kaufman
1
Estoy sentado en una celda con vista hacia malignas paralelas
esperando que el trueno me astille en mil pedazos.
No es suficiente estar enjaulado con uno mismo;
quiero sentarme frente a cada prisionero en cada agujero.
Las puertas se deslizan y golpean. Cada portazo una conclusión, ¡bang!
El yonqui desapareció en un ruido rojo; se drogaba para sacarse un infierno.
El fragante borracho se enorgullece porque no fuma,
huellas de dedos sobre negras lápidas de tinta,
ruidos de angustia filtrándose a través de paredes de acero, rompiéndose,
alcanzan mi dolor. Me hago parte de alguien más para siempre.
El acento salvaje de los criminales me resulta más dulce que el zumbido de los policías,
ocupados en clausurar las escotillas de estas almas; carga
destinada a puentes de acusaciones, muelles de culpas.
¿Qué comen los policías, viejo Sócrates, aún prisionero?
2
Pintor, píntame una cárcel enloquecida, dementes celdas de acuarela.
Poeta, ¿qué edad tiene el sufrimiento? Escríbelo en plomo amarillo.
Dios, hazme un cielo sobre mi techo de vidrio. Necesito estrellas
para guiarme en esta atmósfera de gritos e infiernos particulares,
entradas y salidas, adentro… afuera… arriba… abajo. El balancín municipal.
Yo—aquí—ahora—óiganme—aquí—ahora—siempre aquí de alguna manera.
3
En un universo de celdas, ¿quién no está preso? Los carceleros.
En un mundo de hospitales, ¿quién no está enfermo? Los médicos.
Una sardina dorada está nadando en mi cabeza.
Ah, sabemos algunas cosas, hermano, sobre algunas cosas
como el jazz y las cárceles y Dios.
El sábado es un buen día para ir a la cárcel.
4
Ahora nos dan un nuevo formulario, tembloroso como gelatina,
que demuestra que cualquier muchacho puede ser presidente de Muscatel.
Le odian porque es uno de Ellos.
Desnudez no planeada, salpicada de gris; dedos
pestilentes aferrados a la poceta. El Sr. América se quiere bañar.
¡Mira! En el piso, acostado sobre el rostro de América,
una estrella de cine que ha actuado en un millón de noticieros.
¿Qué estoy haciendo?, ¿sentir compasión?
Cuando salga colaborará con mi asesinato.
Probablemente odia estar vivo.
5
Tuercas y tornillos resonando en su estómago, revueltos.
La sociedad se ha hecho pedazos en su barriga, hinchada.
Mira el gran molino americano, inclinándose hacia dentro,
bueno y sólido, como los que embriagaron América.
El éxito escrito en todo su culo rayado por las calles.
Exitoso éxito, cuarenta jonrones en un solo inning.
Deja de sufrir, Jack, no nos puedes engañar. Lo sabemos.
Este es el mejor país del mundo, ¿no lo es?
No lo logró. Borracho en la Celda 3.
6
Han pasado demasiados años en este breve lapso.
Mi alma reclama una caverna propia, como el dios del Jainismo;
mas debo lograr que continúe, ruda como el jazz, relumbrando
en esta oscura selva de plástico, tierra de largas noches, heladas.
Mi ombligo es un botón que aprieto cuando quiero salir de mí.
¿Soy algo más que una masa de entrañas y toscos tejidos?
¿Debo romperme los huesos? ¿Beber mi sangre, diluida en vino?
¿Debería arrancar viejas tristezas de mi pecho?
No otra vez,
esas antiguas bolas de fuego, engullidas con ardor, déjenlas.
Déjenme escupir vapores de introspección, pedazos de mí,
así, cuando me vaya seguiré estando en el aire.
7
Alguien que soy no es nadie.
Algo que he hecho no es nada.
Algún lugar que he visitado no está en ninguna parte.
No soy yo.
¿A qué respuestas
debo buscar preguntas?
Debo encontrar ciudades
para estas calles ajenas.
Gracias a Dios por los beatniks.
8
Toda la noche el hedor de personas que se pudren,
el vaho que surge de piras de hombres vivos,
satura mi nariz de repugnancia gaseosa,
ahogando en lágrimas mis expuestos ojos.
9
Vendedor ambulante de Dios, reventándome el tímpano
con la parte más aburrida de un libro bueno y sensual,
impaciente por el lunes y las calculadoras.
10
Perros de ojos amarillos silbando en la noche.
11
El bebé vino hoy a la cárcel.
12
Un día más al infierno, lleno de glándulas flotantes.
13
La cárcel, un cubo de metal enorme y hueco
colgado de la luna por una cadena de plata.
Johnny Appleseed la cortará un día.
14
Tres largos hilos de luz
trenzados en un rayo.
15
Soy aprensivo en cuanto a mi futuro;
mi pasado me ha dado la espalda.
16
Veo sombras formándose en la pared,
imágenes del deseo que se protegen de mis ojos.
17
Después de pasar toda la noche construyendo un sueño,
vino la mañana y me cegó con su luz.
Ahora busco, entre montañas de cáscaras de huevos,
el maldito sueño que nunca quise.
18
Sentado aquí escribiendo cosas en el papel,
en lugar de clavar mi lápiz en el aire.
19
La Batalla de los Fracasos Monumentales, crispada;
ambos bandos anhelan una limpia derrota.
20
Ahora veo la noche, abrumando silenciosamente el día.
21
Atrapado en las imaginarias redes de la conciencia,
lloro por mis actos, mas continúo creyendo.
22
Deberían construir las ciudades en un solo lado de la calle.
23
Las personas que no arrojan sombra
nunca mueren de pecas.
24
El fin siempre llega de último.
25
Nos sentamos en una mesa
devorándonos palabra por palabra
hasta que no quedó nada, esqueletos repulsivos.
26
Estoy sentado escribiendo, sin atreverme a parar,
por miedo a ver lo que está fuera de mi cabeza.
27
Listo, Jesús, ¿ves que no dolió ni un poco?
28
Temo seguir a mi propia carne hasta esas angostas
anchas rígidas blandas camas mujeriles, pero lo hago.
29
Eslabón por eslabón, forjamos la cadena.
Luego, al descubrirla alrededor de nuestros cuellos,
nos espantamos.
30
Nunca he visto una hogaza poética silvestre de pan,
pero si la viera, me la comería con corteza y todo.
31
¿Desde qué lejanos años vienen los bebés?
32
Universalidad, dualidad, totalidad… uno.
33
El anormal que balbuce en el suelo
alguna vez fue un hombre que gritaba sobre las mesas.
34
Ven, ayúdame a aplanar una gota de lluvia.
Escrito en la Cárcel de la ciudad de San Francisco
Celda 3, 1959.
Estoy sentado en una celda con vista hacia malignas paralelas
esperando que el trueno me astille en mil pedazos.
No es suficiente estar enjaulado con uno mismo;
quiero sentarme frente a cada prisionero en cada agujero.
Las puertas se deslizan y golpean. Cada portazo una conclusión, ¡bang!
El yonqui desapareció en un ruido rojo; se drogaba para sacarse un infierno.
El fragante borracho se enorgullece porque no fuma,
huellas de dedos sobre negras lápidas de tinta,
ruidos de angustia filtrándose a través de paredes de acero, rompiéndose,
alcanzan mi dolor. Me hago parte de alguien más para siempre.
El acento salvaje de los criminales me resulta más dulce que el zumbido de los policías,
ocupados en clausurar las escotillas de estas almas; carga
destinada a puentes de acusaciones, muelles de culpas.
¿Qué comen los policías, viejo Sócrates, aún prisionero?
2
Pintor, píntame una cárcel enloquecida, dementes celdas de acuarela.
Poeta, ¿qué edad tiene el sufrimiento? Escríbelo en plomo amarillo.
Dios, hazme un cielo sobre mi techo de vidrio. Necesito estrellas
para guiarme en esta atmósfera de gritos e infiernos particulares,
entradas y salidas, adentro… afuera… arriba… abajo. El balancín municipal.
Yo—aquí—ahora—óiganme—aquí—ahora—siempre aquí de alguna manera.
3
En un universo de celdas, ¿quién no está preso? Los carceleros.
En un mundo de hospitales, ¿quién no está enfermo? Los médicos.
Una sardina dorada está nadando en mi cabeza.
Ah, sabemos algunas cosas, hermano, sobre algunas cosas
como el jazz y las cárceles y Dios.
El sábado es un buen día para ir a la cárcel.
4
Ahora nos dan un nuevo formulario, tembloroso como gelatina,
que demuestra que cualquier muchacho puede ser presidente de Muscatel.
Le odian porque es uno de Ellos.
Desnudez no planeada, salpicada de gris; dedos
pestilentes aferrados a la poceta. El Sr. América se quiere bañar.
¡Mira! En el piso, acostado sobre el rostro de América,
una estrella de cine que ha actuado en un millón de noticieros.
¿Qué estoy haciendo?, ¿sentir compasión?
Cuando salga colaborará con mi asesinato.
Probablemente odia estar vivo.
5
Tuercas y tornillos resonando en su estómago, revueltos.
La sociedad se ha hecho pedazos en su barriga, hinchada.
Mira el gran molino americano, inclinándose hacia dentro,
bueno y sólido, como los que embriagaron América.
El éxito escrito en todo su culo rayado por las calles.
Exitoso éxito, cuarenta jonrones en un solo inning.
Deja de sufrir, Jack, no nos puedes engañar. Lo sabemos.
Este es el mejor país del mundo, ¿no lo es?
No lo logró. Borracho en la Celda 3.
6
Han pasado demasiados años en este breve lapso.
Mi alma reclama una caverna propia, como el dios del Jainismo;
mas debo lograr que continúe, ruda como el jazz, relumbrando
en esta oscura selva de plástico, tierra de largas noches, heladas.
Mi ombligo es un botón que aprieto cuando quiero salir de mí.
¿Soy algo más que una masa de entrañas y toscos tejidos?
¿Debo romperme los huesos? ¿Beber mi sangre, diluida en vino?
¿Debería arrancar viejas tristezas de mi pecho?
No otra vez,
esas antiguas bolas de fuego, engullidas con ardor, déjenlas.
Déjenme escupir vapores de introspección, pedazos de mí,
así, cuando me vaya seguiré estando en el aire.
7
Alguien que soy no es nadie.
Algo que he hecho no es nada.
Algún lugar que he visitado no está en ninguna parte.
No soy yo.
¿A qué respuestas
debo buscar preguntas?
Debo encontrar ciudades
para estas calles ajenas.
Gracias a Dios por los beatniks.
8
Toda la noche el hedor de personas que se pudren,
el vaho que surge de piras de hombres vivos,
satura mi nariz de repugnancia gaseosa,
ahogando en lágrimas mis expuestos ojos.
9
Vendedor ambulante de Dios, reventándome el tímpano
con la parte más aburrida de un libro bueno y sensual,
impaciente por el lunes y las calculadoras.
10
Perros de ojos amarillos silbando en la noche.
11
El bebé vino hoy a la cárcel.
12
Un día más al infierno, lleno de glándulas flotantes.
13
La cárcel, un cubo de metal enorme y hueco
colgado de la luna por una cadena de plata.
Johnny Appleseed la cortará un día.
14
Tres largos hilos de luz
trenzados en un rayo.
15
Soy aprensivo en cuanto a mi futuro;
mi pasado me ha dado la espalda.
16
Veo sombras formándose en la pared,
imágenes del deseo que se protegen de mis ojos.
17
Después de pasar toda la noche construyendo un sueño,
vino la mañana y me cegó con su luz.
Ahora busco, entre montañas de cáscaras de huevos,
el maldito sueño que nunca quise.
18
Sentado aquí escribiendo cosas en el papel,
en lugar de clavar mi lápiz en el aire.
19
La Batalla de los Fracasos Monumentales, crispada;
ambos bandos anhelan una limpia derrota.
20
Ahora veo la noche, abrumando silenciosamente el día.
21
Atrapado en las imaginarias redes de la conciencia,
lloro por mis actos, mas continúo creyendo.
22
Deberían construir las ciudades en un solo lado de la calle.
23
Las personas que no arrojan sombra
nunca mueren de pecas.
24
El fin siempre llega de último.
25
Nos sentamos en una mesa
devorándonos palabra por palabra
hasta que no quedó nada, esqueletos repulsivos.
26
Estoy sentado escribiendo, sin atreverme a parar,
por miedo a ver lo que está fuera de mi cabeza.
27
Listo, Jesús, ¿ves que no dolió ni un poco?
28
Temo seguir a mi propia carne hasta esas angostas
anchas rígidas blandas camas mujeriles, pero lo hago.
29
Eslabón por eslabón, forjamos la cadena.
Luego, al descubrirla alrededor de nuestros cuellos,
nos espantamos.
30
Nunca he visto una hogaza poética silvestre de pan,
pero si la viera, me la comería con corteza y todo.
31
¿Desde qué lejanos años vienen los bebés?
32
Universalidad, dualidad, totalidad… uno.
33
El anormal que balbuce en el suelo
alguna vez fue un hombre que gritaba sobre las mesas.
34
Ven, ayúdame a aplanar una gota de lluvia.
Escrito en la Cárcel de la ciudad de San Francisco
Celda 3, 1959.
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