Hacia tiempo que el frio daba forma al viento. Que su sinfonia vencia ramas secas y que en la simetria de luz y jardines abria su pecho un corazón eléctrico; hacia un mes que musitaba el nuevo año viejas plegarias.
Allá se inauguraron como padres, sin la edad y sin la verdad, pero con una certeza de fuego y gorriones, de humanidad y fantasia.
Transcurrieron en oscuridad algunos años, hasta que la fuerza del vértigo trepó por la espina del nuevo ser. De caminos secretos y labios dormidos surgieron canciones, mientras al fondo de la calles tronaba un cielo de nubes negras.
Desde entonces una niebla cruza la garganta y oceanos rojos trazan las caricias, el tejido elemental regresa a su nido y desde entonces de dia suben las miradas y de noche bajan las estrellas.
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