Dejamos de tener un rostro
antes de que nuestra voz fuera piedra
y el aliento árido resquicio de lanzas y maravillas
Dejamos de pertenecer al sol cuando el silencio se hizo estrella
y nuestra lengua ademán autocritico
cuando nuestra fiel ternura
dejó de entregarse a la muerte
fuimos por siempre forma original en movimiento
Pero somos ciertos en querer andar a ciegas
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