En un controversial y malicioso escrito del siglo XIX, Spinoza define a las palabras como corderos de crianza, a los que se les procura la alimentación, el techo y el sustento. Y finaliza con la irrevocable sentencia de que algún dia crecerán y que deberemos de alimentarnos de sus fecundos resultados. Creo que todo filósofo es, desde entonces, oficialmente un vegetariano.
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