"Entonces la señora de los canarios va a sentarse en una silla en la marquise, con las manos abandonadas en el regazo, medio abiertas y vueltas las palmas hacia arriba como cáscaras de almendra, como barcas encalladas. Se queda muy erguida, mientras los recuedos comienzan a fluir como olas mansas que la sumergen y la inundan, que velan sus ojos hasta caer en las manos, que son como tazas de un jardín cerrado. La casa, en estos momentos, parece cubrirse de musgo.
Uno de los canarios lanza un tímido trino. El otro responde. Y como en la casa nada se mueve y la señora mira fijamente no se sabe qué, rompen los pajaros en un canto interminable, río sonoro que se arrastra en mil brazos por la llanura de silencio. La señora no se mueve. Quiza ni oye a los pájaros pero ellos cantan, cantan, cantan"
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