Se alejó hasta donde nadie conociera su nombre. Se sentó en la banqueta, debajo de un edificio de departamentos, y comenzó a llorar. Él, sin saberlo, en el segundo piso, comenzó a escribir una carta a una mujer con el mismo nombre. La vida es así.
Arrugó la hoja y la lanzó por la ventana.
¿Qué sentido tenía si estaba muerta?
La carta inconclusa cayó a pocos metros de Cristina. Secó sus ojos, la levantó y leyó:
Jamás leerás esta carta, pero no importa: necesitaba escribirte. Pienso en ti y en tu muerte. Te fuiste con lágrimas en los ojos y no puedo soportarlo. Por favor, donde quiera que estés deja de llorar…
Cristina doblo la carta y la guardó en el bolsillo de su pantalón. Volteó a buscar la ventana por donde había sido lanzada y una ráfaga de viento le arranco una lágrima que se secó en el pavimento unos segundos después
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