sábado, 10 de mayo de 2008

Autopsia a un copo de Nieve

Construyen diversos puntos en una cortina sutilmente iluminada, un ritmo que se entrelaza con la sincopa de un constante sonido de gotas sumergidas en un eco espectral, juntos la mirada y el oído se pierden en este ritmo que los lleva en un viaje vertical, hasta que son interrumpidos por una figura humana contenida en una tina, por un texto, por una voz que se erige en el vacío violentando la aparente parsimonia, un cuarto de baño, siempre íntimo, siempre silencioso, donde la higiene y los pensamientos debaten en introspectiva danza, ahí es donde el dramaturgo Luis Santillán, Premio Nacional de Dramaturgia 2005, decide involucrar la vida de tres mujeres en su obra maestra: ‘Autopsia a un copo de nieve’, que enmarcó el Museo de la Ciudad.

Según la artista conceptual, Stefan Brüggemann, en la crisis es donde los problemas se muestran, el lugar idóneo para conocer nuestros temores y nuestras debilidades, y es en este terreno donde el dramaturgo se detiene para mostrarnos una herida abierta, que no alcanza a cicatrizar por las miradas que aquejan ese espacio removiéndolo y trastornándolo, una herida construida gracias a Catalina y su incompresible desdén por su hija, la pequeña Nicoleta, a quien constantemente lee el cuento de ‘El Patito feo’ con la cruel variante de que su hija no se convirtió en cisne, sino que, al saberse diferente y rechazada, se ahogó en el estanque. Nuevamente la tina de baño hace su función no sólo como lugar de introspección en el que en posición fetal, Nicoleta se sumerge buscando el refugio de un amenazante mundo exterior erigido principalmente por su madre; sino además es el estanque de un patito feo que jamás se convirtió en cisne.

Muy interesante resulta el movimiento escénico, pues los actores interactúan durante cada una de las escenas de la obra, pero siempre con su espacio, con su ritmo y respetando su ubicación en el escenario, por lo que el ruido se mantiene amortiguado y diluido bajo la impecable dirección de Omar Alain, las excepcionales actuaciones de Miguel Loyola en el papel de la madre, Catalina; María Fernanda Monroy en el papel de Natalikova y Patricia Reséndiz como Nicoleta.

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